Las sogas están moviéndose. Hay nuevas marcas en los tinglados. Y los estudiantes de la escuela internacional de circo ESAC sonríen otra vez, a menudo detrás de tapabocas. 25546q
La pandemia del coronavirus obligó a cerrar la escuela en marzo, pero con las nuevas medidas de seguridad, los estudiantes ya están sudando y emitiendo gruñidos de nuevo.
“Estamos entrenándonos y trabajando tan fuerte como siempre”, dijo Sidney Billings, un estadounidense de 20 años, mientras disfrutaba de la oportunidad de trabajar en su talento atlético. Quienes se dedican al circo, tienen tanta dedicación que no les tomó mucho ponerse en ritmo.
“Los estudiantes están contentos de volver a trabajar en forma regular y de estar de nuevo en o con los profesores y los ejecutivos”, comentó la profesora de baile Silvia Ubieta, de 29 años, que trabaja en la escuela desde el 2007.
Por razones de seguridad, el director venezolano de la escuela Reynaldo Ramperssad tuvo que limitar la cantidad de estudiantes en un 25%, creando “burbujas”, pequeños grupos que trabajan juntos y toman clases por internet.
Las clases técnicas son cara a cara en las instalaciones de la escuela, donde el uso o no de barbijos depende de los protocolos del deporte. Se producen situaciones en las que un estudiante cuelga de las piernas y tiene un barbijo mientras que otros se balancean con una sonrisa a plena vista.
Billings restó importancia al impacto de la pandemia en su rutina diaria.
“En la escuela las cosas no cambian demasiado, excepto que tenemos que usar tapabocas y estar más separados”, comentó. “La relación con los técnicos es un poco distinta. Mantenemos distancias y ellos llevan barbijos todo el tiempo, pero la relación en sí no cambió mucho”.
Igual que otros estudiantes, Billings dice que la pandemia plantea serios interrogantes respecto al futuro de todos en esta profesión.
“No sé dónde estaré dentro de cinco años”, manifestó. “Creo que mucho dependerá de cómo manejamos el virus. Lo único que sé es que me gustaría estar actuando o creando algo en un circo”.